El uso de la palabra
holocausto para referirse al
genocidio de aproximadamente seis millones de
judíos europeos durante la
Segunda Guerra Mundial, se justifica a través de su referencia etimológica a algo
quemado, pues tras el uso de la herramienta genocida más característica de la
solución final, las cámaras de gas, los cuerpos de los asesinados eran incinerados en hornos crematorios.
La persecución y el asesinato de los judíos no se desarrolló sólo ni en Alemania, ni en los distintos campos de concentración creados a tal fin, sino que se extendió a
Rusia,
Europa Oriental y la
península Balcánica, donde los alemanes y sus colaboradores (austriacos, lituanos, letones, ucranianos, húngaros, rumanos, croatas y otros) llevaron a cabo múltiples matanzas de judíos en fosas, bosques, barrancos y trincheras.